Ayer, hace cuarenta años ocurrió la matanza del 2 de Octubre, bastantes eventos ha realizado la Universidad para recordar dicho suceso, el cual es fundamental para entender el desarrollo "democrático" en México.
Hoy, en varios medios de comunicación se ha dado cobertura a dichos sucesos históricos, periódicos nacionales como el Universal y la Jornada han dedicado varios espacios al tema; en la radio, estaciones públicas y sin fines de lucro como Radio UNAM y Radio Educación han producido programas especiales y memoriales del 68.
Como hijo de un 68ero, me congratulo del reconocimiento actual y amplio a la lucha desapegada por la generación de jóvenes de aquel año. No dejo, sin embargo, de sentir cierto con ello cierto tufo a Institucionalización del Movimiento, principalmente de parte de las autoridades de gobierno.
Sin embargo, no es el objetivo de estas líneas ahondar sobre el posible o no posible uso mediático del movimiento. Prefiero trazar líneas de contraste entre la realidad actual y aquella que vivimos ha hace algunos años, cuando el avance democrático parecía evidente.
No soy un asiduo marchante del 2 de octubre, en varias ocasiones me he quedado con las ganas de participar, mi última participación hasta antes de la de ayer, ocurrió en el año de 1993, cuando se recordaban los 25 años de la matanza. Se puede decir que soy sólo un marchante de conmemoraciones, aunque por estar fuera del país no acudí a las marchas de los 30 y los 35 años.
En dicho lapso de tiempo las circunstancias políticas han cambiado, en la nostalgia entre mis más gratos recuerdos como marchante está justamente la manifestación multitudinaria del 2 de Octubre de 1993. La recuerdo como una marcha combativa y llena de alegría, no se si la juventud me hizo verla de aquella manera, pero fue una marcha disfrutable, la cual transcurrió en paz y concluyó de noche en un mitín en la plaza de las tres culturas. Pudimos escuchar a los líderes del 68 un poco más viejos pero energéticos hablar de lucha, libertades y causas. Sin ninguna preocupación, sentíamos que ya no había balas amenazantes alrededor, yacíamos en un templo oyendo a los sacerdotes.
Ayer, pero no el mítico lejano de hace 40 años, sino el de hace sólo 24 horas, la marcha transcurría como una más de las multiples multitudinarias a las que he asistido. Salvo una pequeña diferencia que hice notar a mi acompañante: las pintas en las paredes de los comercios. No me molestó quiero decirlo con franqueza, las ví con cierto divertimento, incluso comenté que "sólo quien no se sentía amenazado por el desprestigio, podía escribir con tanta libertad".
En una marcha de un partido o de un líder político se cuidarían las formas, se evitaría quedar mal con la opinión pública, y se buscaría "no dañar la imagen". Sin embargo, la juventud no necesariamente hace dicho cálculo, ya que salvo muy contadas excepciones no espera obtener un cargo público o ser el achichincle de un asesor de funcionario, asambleista o diputado. Si no se vive de la política, se puede actuar con mayor libertad. Por lo tanto, no me pareció nada extraño el ver que las pintas cubrieran multiples comercios. Las pintas eran claramente combativas y conmemorativas de 1968. Pongo ejemplos: 1968-2008 con el logo de los juegos olímpicos, 2010 con la imagen de un zapata revolucionario, 2 octubre no se olvida. Una más estridente de ¨Yo no como esas porquerías" en Chillis y KFC, la cual me hizo reir, aunque suelo acudir de vez en cuando a la primera de dichas cadenas. En fin, no me parece que hubiera nada anormal, ni dañino para nuestra sociedad con dichas pintas. Lo preocupante entre comillas sería el síntoma de descontento entre los jóvenes con la situación presente, aunque no estarlo sería un síntoma aún más grave.
El primer indicio de tuve de que la marcha no se estaba desarrollando en un ambiente de normalidad democrática, fue la excesiva presencia de cuerpos policiacos, principalmente la ofensiva presencia de granaderos. He acudido a multitud de manifestaciones y eventos cívicos y artísticos en la capital, desde mi retorno a la ciudad en 2003. En todos esos eventos, me sentí protegido tanto por la buena vibra citadina como por los cuerpos policiacos. La transformación quizá empezó desde 1997, cuando ocurrió la caída del PRI del gobierno de la ciudad. A partir de ese día, como por arte de magia dejé de temerle a la policia, sabía que había lupa sobre ellos, y que en general, no se estaban empleando como un elemento represivo. Esta percepción terminó de desquebrajarse ayer, la presencia de los granaderos fue irresponsable e inutil. Daría risa verlos correr de un lugar a otro sin ton y son, si no fuera porque nuestra seguridad estaba en entredicho. Los granaderos seguramente por una llamada desde los palacios empresariales que gobiernan esta ciudad, y que tanto daño personal están haciendo a la mayoría de mexicanos al imponer su agenda política, acudieron al parecer a buscar a los que realizaban las pintas, pero su actitud era torpe y nos exponían a todos los que acudíamos civicamente. Al estilo News Divine,
que parece ser ya el sello de patente de la policía del GDF, cerraron los accesos a las calles, evitando el libre movimiento de los manifestantes entre las angostas calles del centro. Los granaderos dejaban sentir su onerosa presión y los estudiantes (y lo digo al estilo, Obrador: al diablo con que era provocadores!) su molestia al aumentar sus gritos contra éstos primeros. Gritos y consignas que a veces rayaban en lo ofensivo, pasando del light: "el pueblo uniformado también es explotado", al francamente duro pero real: "estudia o de granadero terminarás".
Nosotros francamente en ese momento decidimos retirarnos, pues veíamos que el desarrollo pacífico de la marcha pendía de un hilo, nos sentíamos encerrados por la policía y a mi parecer cualquier pequeño chispazo, alguna arbitrariedad de la policía, un golpe accidental, un enojo más energico de algún manifestante podría prender la mecha. Nuestra huída no fue del todo amable, nos encontramos contigentes de policías cerrando las calles por todos lados, y tuvimos que esquivar varios retenes de granaderos antes de poder salir del centro histórico y situarnos nuevamente en la Alameda.
Al retirarme mi enojo principal era con el Jefe de Gobierno Marcelo Ebrard que ha decidido seguir la política represiva de Felipe Calderon, apartandose de la anterior línea de tolerancia y apertura política marcada por los anteriores Jefes de Gobierno perredistas. Su irresponsabilidad pudo haber terminado tragicamente en disturbios más graves en el centro histórico, lo cual afortunadamente no pasó. Pero, seguir con la misma línea de acción represiva es un error que puede costar caro.
Epílogo al 2 de octubre del 2008, en partes:
1. Al llegar a mi casa con un sentimiento más agrio que dulce, las primeras noticias por internet, confirmaron mis temores, había habido choques entre la policía y asistentes a la manifestación. La información y la explicación de los hechos que se dió en los portales de internet no me parecieron verosímeles. El calificar itso-facto de provocadores a los estudiantes corresponde más a un lenguaje de guerra que al de una verdadera investigación o análisis de los hechos. No descarto la hipótesis de la infiltración de provocadores en la marcha, sin embargo, estoy claro que la intolerancia más grave estuvo de parte de las autoridades. Y si en verdad, hubo provocadores, el gobierno del D.F. cayó plenito en la provocación. Mostrando la mediocridad de sus fuerzas policiacas. Fue ridículo ver a los granaderos moverse sin ton ni son de una calle a otra tratando de proteger las paredes de los comercios, sin embargo, siempre llegaron tarde y cuando protegían paredes estas ya estaban completamente pintadas.
2. Al retirarme caminando enfrente de la Alameda en la acera donde se encuentra el nuevo edificio de Relaciones Exteriores, me dí cuenta de lo innecesario que era proteger los muros de las pintas, ya que con los químicos ahora existentes y en uso de parte de las autoridades capitalinas las manchas de los aerosoles eran borradas con facilidad por completo. ¿Cuál fue entonces el objetivo de comenzar una persecución tras los supuestos vándalos que nos expuso a todos?
3. El leer las noticias sobre la marcha del 2 de Octubre fue desilusionante, lo cual no me sorprendería de la mayoría de los medios, pero sí de un periódico como La Jornada. La cual en lugar de ser crítica y hacer una investigación independiente de los hechos, se plegó a la explicación oficiosa protegiendo en los hechos al GDF. En la izquierda solemos justificarnos, cuando las cosas se salen de control en una manifestación, diciendo que hubo infiltrados, sin embargo, ahora, bajo un gobierno de izquierda, no debería ser este gobierno capaz de reaccionar correctamente ante cualquier eventualidad.
4. Los únicos infiltrados concretos de los que hasta ahora tengo noticias, son aquellos que se aparecieron en un video puesto en la mañana en el portal de El Universal. Estos infiltrados vestidos como estudiantes eran agentes del GDF que realizaron detenciones el día de la marcha.
¿Por qué el Gobierno de la Ciudad no puso policias vestidos de policias en las entradas de los comercios para disuadir el vandalismo y por qué sí hubo agentes encubiertos? ¿Cuál era el objetivo: caerles con las manos en la masa o disuadirlos de cometer actos vandálicos?
5. Parece que la política autoritaria del 68 está de vuelta con la justificación de la inseguridad. El mensaje de Marcelo Ebrard a los jóvenes es bien claro, y nos recuerda el pensamiento de un padre de familia de los sesentas: si te portas bien y estudias te damos becas, si no pues garrote nomás.
viernes, 3 de octubre de 2008
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